Cuando el bebé cumple tres meses de vida, a menudo se produce una pequeña crisis en torno a la lactancia: de pronto, las tomas se hacen caóticas, el niño parece rechazarlas y los pechos de la madre están más blandos, como si les faltara leche. Es la llamada “crisis de los tres meses”. Muchas mujeres creen que su hijo se queda con hambre e introducen el biberón. Sin embargo, estas situaciones son normales y no representan problema alguno. A continuación se explica en qué consiste esta crisis, sus síntomas, sus causas reales y qué hacer para superarla.
Así como la leche
materna va modificando su composición para adaptarse a las necesidades de las
distintas etapas del bebé, también el proceso de la lactancia
materna tiene sus etapas. Cuando el niño llega a su primer trimestre de
vida, se produce una de las más difíciles, que en muchos casos termina en la introducción
del biberón y un prematuro destete: la llamada “crisis de los tres meses”.
Qué es la crisis de los tres
meses y sus síntomas
¿En qué consiste? Se
caracteriza por varios signos. Uno de los más visibles, es que el bebé
pide el pecho con una frecuencia menor. Por lo general, esto es interpretado
por las madres de diversas formas, pero casi siempre como un problema: que el
pequeño no tiene hambre, no quiere comer o rechaza la leche materna.
Sin embargo, en
ocasiones también ocurre lo contrario: el bebé reclama mamar más a menudo,
“lo que la madre interpreta como que tiene hambre”. Esta idea enseguida se
asocia a la supuesta falta de satisfacción obtenida con la lactancia.
Tanto en este último
caso como en el anterior, muchas veces se recurre a la solución que se presenta
como más sencilla, el biberón. Y como consecuencia, se priva al niño, sin
necesidad, de la leche materna, el mejor alimento que existe para él en esa
etapa.
Otro síntoma es
que la madre nota sus pechos más blandos y, por lo tanto, con
menos leche. En muchos casos, la conclusión que se deriva de ello es que su
producción de leche es insuficiente, lo cual también alimenta la idea de que
hace falta complementar la alimentación con el biberón.
También ocurre
que el pequeño engorda menos y se mete el dedo (o toda la mano) en la
boca, dos hechos que en ocasiones también se toman como señales de que está
“pasando hambre”.
A veces, todo esto
coincide con el periodo de las llamadas deposiciones escasas del bebé
amamantado, una breve temporada durante la cual el niño hace menos caca. Los
especialistas aún no saben del todo por qué se produce, pero suponen que el
motivo es que la leche materna se adapta tan bien a las necesidades del bebé
que casi no genera residuos. El problema es que el descenso en la frecuencia de
sus heces también se interpreta como el resultado de una ingesta insuficiente
de leche.
Las causas reales de la crisis de los tres
meses
En la mayoría de los
casos, ninguno de esos síntomas indica en realidad un problema. Son situaciones
normales en esta época, que se pueden superar con un poco de paciencia y sin
que haga falta complementar la alimentación del bebé con leche de fórmula. Pero
entonces, ¿a qué se deben estos signos?
Por un lado, a los
tres meses de vida el niño ha aprendido la técnica de la succión. Por eso, las
tomas son más breves, ya que necesita menos tiempo para extraer toda la
leche que necesita.
Del mismo modo, a
estas alturas el cuerpo de la madre ha modificado “el sistema de
producción de leche para optimizar el proceso”. En lugar de que los pechos
estén llenos de leche todo el tiempo, la glándula mamaria la produce en el
momento en que el bebé la requiere. De ahí que los pechos estén más blandos y
también de que, a veces, los niños se irriten un poco al principio de la toma.
Y es que mientras antes obtenían la leche al
comenzar a mamar, ahora deben succionar durante un par de minutos para
obtenerla. Pero, después del disgusto inicial, aprenden enseguida el nuevo
mecanismo.
¿Qué hacer ante la crisis de los tres meses?
Ante la crisis de los tres meses “lo
adecuado es intentar adaptarse al bebé”. A continuación algunos consejos:
○ Nunca forzar o insistir demasiado al niño para que tome el pecho.
Tales actitudes pueden ser contraproducentes y generar que, en efecto, el bebé
rechace la lactancia.
○Ofrecer el pecho con frecuencia, antes de que el pequeño llore. Si
desespera, se pondrá nervioso y los síntomas de la crisis se agudizarán.
○Procurar, si es posible, amamantarlo en un ambiente tranquilo,
silencioso y en penumbra, para evitar que se distraiga.
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